sábado, 22 de febrero de 2014

Semana 7: Ico


En la séptima semana de nuestro reto, he elegido uno de mis juegos favoritos: Ico. Un juego histórico y  muy especial que marcó un antes y un después en la concepción artística de los videojuegos. Con él comenzó una corriente que ha inspirado a muchos programadores que han buscado dotar a sus juegos de un alto componente estético y filosófico, una fórmula, la de Team Ico, que muy pocos han conseguido descifrar y que ha encerrado al propio estudio en una espiral de desconcierto con continuos retrasos sobre su próximo título, The Last Guardian.



En el juego encarnamos el papel de un niño que ha sido desterrado por su propio pueblo en una misteriosa y, aparentemente abandonada, ciudadela donde según sus creencias deben habitar las criaturas infernales. El motivo es que nuestro protagonista posee cuernos y, aunque él se concibe como un niño normal, para los suyos es señal inequívoca de que está poseído por un demonio. Pronto hallaremos en él bondad, valentía y el carisma necesario para liderar una de las aventuras más hermosas que jamás han sido llevadas a una consola. 


Al poco de empezar la historia nuestro personaje se completa al encontrar a una hermosa princesa prisionera en la fortaleza. La joven nos acompañará en nuestro intento de huida del laberíntico castillo y compondrá la esencia de la aventura ya que tendremos que procurar su bienestar. Además deberemos combinar nuestros movimientos para resolver los puzzles que se nos presentan. Ico es, indudablemente, una historia de amor. Una magna historia de amor, que nos cuenta como dos puntos de vista opuestos pueden esconder la misma realidad: si un demonio puede ser bueno, una pequeña historia de amor puede ser eterna.


Ico es un misterio, una obra maestra, que encierra a estos dos místicos personajes en un DVD alojado en nuestra estantería, al igual que la fortaleza los retiene a la espera de que nosotros hagamos que se reúnan para volver a escapar juntos. Pocas cosas más románticas encontraremos en este mundo hostil donde cualquier niño juega hoy al arte de la guerra y encasqueta metralla en el torso de imágenes humanas. Ico vela por todos ellos, custodia sus almas, para que llegado el momento nunca se sientan perdidos en este desolador laberinto.

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